Apología de la interdisciplinariedad

En el artículo donde responde al profesor Adler, W. V. Quine se plantea si la filosofía ha perdido el contacto con la gente.1W. V. QUINE, Theories and Things, The Belknap Press of Harvard U. P., 1981, pp. 190-193. No obstante, yo le invierto la cuestión: ¿no será la gente que se ha alejado de la filosofía? El filósofo estadounidense se refiere sobre todo a la relación entre la filosofía y la ciencia. Su tesis es que la primera es la antesala de la segunda, dando a entender que la filosofía es un mero telonero cuya finalidad es preparar el terreno del «verdadero» desarrollo científico. Así califica a Platón, Aristóteles, Descartes, Leibniz, Hume, Kant, Berkeley y Bentham como científicos escondidos bajo un velo filosófico. Según Quine, unos desarrollaron la física y la matemática, otros la biología y la psicología. En parte tiene razón. Sin embargo, se le olvida lo más esencial: el método de la filosofía siempre ha conservado la perspectiva global, holística. La ciencia, en cambio, tal y como la entendemos hoy en día, tiene una perspectiva particular, analítica. Es evidente que Platón, Descartes y Leibniz fueron excelentes matemáticos y físicos, junto con Aristóteles, quien además desarrolló la biología. También Hume y Kant fueron grandes psicólogos. Pero en su investigación no se limitaron a esos campos, ni se puede decir que sus especulaciones sobre estas materias fueran aisladas de otras de carácter más universal. La filosofía siempre trata a su objeto como un todo: no se limita a acercarse al árbol o al río para observarlos con lupa, sino que los contempla desde una cierta distancia que permite ver todo el paisaje en su conjunto.2La metáfora del paisaje la debo al profesor Santiago Collado.

¿Sería aceptable perder esta riqueza? ¿Debe ser la filosofía un mero preparador de la ciencia empírica? ¿Qué ganaríamos y qué perderíamos con ello? Conviene reflexionar sobre estas cuestiones. Los filósofos analíticos suelen considerar la filosofía europea, o continental según ellos, como un oscurecimiento de la realidad. Eso es debido a su origen empirista-positivista, lo que actualmente llaman naturalismo. ¿Por qué esta disputa? ¿No es absurda? La filosofía de la ciencia cumple su labor, es tanto descriptiva como normativa respecto al método científico. Pero el amor al saber no se debe limitar a ese campo. Quizá el error de Quine es considerar que ya poseemos sophia, por lo que la philosophia ya no tiene sentido, no es necesaria —clama al final del artículo—. Como dice el profesor Nubiola: la verdad humana «no ha sido descubierta de una vez por todas, sino que es un cuerpo vivo que crece y está abierto a la contribución de todos».3Cf. J. NUBIOLA, La búsqueda de la verdad en la tradición pragmatista, Tópicos 8-9, 2001, pp. 183-196. Si esto es así, no se puede decir que estemos en posesión de la sabiduría, sino que debemos continuar por el camino de la filosofía, tal y como Platón muestra con gran claridad y belleza en su diálogo El banquete. Frivolizar acerca de la auténtica madre de las ciencias reduciéndola al nivel de la literatura es una inconciencia. Esto sin menospreciar la literatura, de la que aparte de su gran valor estético, se pueden sacar muchas enseñanzas.

¿Por qué es necesaria la filosofía? ¿Qué sentido tiene estudiar autores que llevan años, siglos e incluso milenios muertos? Después de unos cuantos años dedicándome a esto, tengo claro que es por lo siguiente: no para aprender sus teorías, que también es útil y necesario, sino para desarrollar un modo de pensar propio. Si uno conoce los caminos que siguieron sus predecesores, se inicia en el dominio de la argumentación. Esto es fundamental para tener la posibilidad de poseer un pensamiento crítico. Sin esto último, uno se encuentra a merced de lo que piensan los demás: no se llega a ser dueño de uno mismo. La crítica implica ir a la raíz de la cuestión, desmarcarse de todo prejuicio anterior para poder elaborar un juicio más cercano a la verdad. Esto también se suele llamar «poner entre paréntesis» las propias creencias.4Cf. M. RHONHEIMER, La perspectiva de la moral, Rialp, 2007, pp. 22-23. Es un cierto objetivarse en pos de la sabiduría. Siempre he considerado que incluso desde pequeño he tenido un espíritu filosófico, haciéndome preguntas que quizá otros no se hacían. Mi pensamiento nunca ha sido estático, siempre ha deambulado de un lado a otro en búsqueda del saber. No obstante, esta vagabundez intelectual fue desordenada hasta que empecé a estudiar filosofía. Con ella obtuve —y sigo obteniendo— los criterios adecuados para proseguir esa búsqueda interminable, eterna, que es tanto personal como comunitaria. Además, como he dejado entrever antes, el estudio de las teorías y especulaciones de los autores también es necesario para estar al corriente de la cuestión. La filosofía tiene un hilo argumental histórico, concatenado, y hay que estar al corriente del estado actual de las cuestiones para poder seguir avanzando en ellas, o al menos tener una posición rigurosa para aceptarlas, rechazarlas o simplemente suspender el juicio —esperemos que con un escepticismo positivo—.5Escepticismo positivo: suspensión del juicio pero conservando la esperanza de encontrar la verdad. Acuñado por Leonardo Polo. Lo suele emplear la profesora María Jesús Soto para explicar el proceso escéptico que vivió San Agustín.

Entonces, ¿la filosofía se ha alejado de la gente, o la gente se ha alejado de la filosofía? Creo que ambas son ciertas. La filosofía, como búsqueda de la verdad, implica un cierto desinterés. En ese sentido, y teniendo en cuenta lo comentado arriba, especialmente el desarrollo de la capacidad de pensamiento crítico que produce: pienso que al poder no le interesa que se enseñe filosofía. Podemos observar como van alejando la asignatura de las aulas, cuando realmente, a mi modo de ver, debería estar presente muchas más horas y desde una edad más temprana. Pero no interesa, mejor que se dediquen a ello cuatro gatos en la Universidad, mientras en las aulas se procede a adoctrinar a la juventud en el pensamiento único. Ahí está la clave, «no interesa» lo desinteresado. ¿Cómo va a interesar algo que es desinteresado y que permitiría desalienar a gran parte de la población? La finalidad principal de uno de los diálogos más célebres de Platón, Politeia, o más conocido como República, es mejorar el alma mediante la educación. Sin embargo, es más famoso por su carácter de constitución política, pero esto sólo sería su finalidad secundaria, condicionada y mediada por la primera. Sólo mediante la educación, un proceso que debe durar cincuenta años —típica metáfora platónica—, se puede alcanzar el conocimiento del Bien. Y sólo los que hayan pasado por ese largo proceso, sin tener interés particular alguno, son los que deberían gobernar.

Esto último nos ayuda a recordar la utilidad práctica de la filosofía, tanto en ética como en política. En esos ámbitos está más claro que no cabe la ciencia empírica, al menos no con un papel principal, sino secundario, de soporte. De un modo semejante, la filosofía ayuda a verificar y fundamentar los métodos científicos. En conclusión, no debemos permitir enfrentamientos entre analíticos y continentales, científicos y filósofos. Unos se ayudan a los otros: el neurólogo puede aportar a la ética algún conocimiento, pero no la puede acaparar; también la metafísica fundamenta la ciencia según los primeros principios, el estudio de lo que es en tanto es y la lógica, pero no pretende quitar el prefijo «meta» para quedarse en física. Si la búsqueda de verdad debe ser comunitaria, también debe haber comunidad de disciplinas, lo que hay que buscar es una verdadera y efectiva interdisciplinariedad, no lo contrario. En definitiva, la madre siempre cuida de sus hijas, aunque ellas la desprecien, pero cuando maduran acaban volviendo a su seno.

Pamplona, 30 de marzo de 2022.

Notas

  • 1
    W. V. QUINE, Theories and Things, The Belknap Press of Harvard U. P., 1981, pp. 190-193.
  • 2
    La metáfora del paisaje la debo al profesor Santiago Collado.
  • 3
    Cf. J. NUBIOLA, La búsqueda de la verdad en la tradición pragmatista, Tópicos 8-9, 2001, pp. 183-196.
  • 4
    Cf. M. RHONHEIMER, La perspectiva de la moral, Rialp, 2007, pp. 22-23.
  • 5
    Escepticismo positivo: suspensión del juicio pero conservando la esperanza de encontrar la verdad. Acuñado por Leonardo Polo. Lo suele emplear la profesora María Jesús Soto para explicar el proceso escéptico que vivió San Agustín.

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