De la lectura del artículo del profesor Nubiola,1J. NUBIOLA, Pragmatismos y relativismo: C. S. Peirce y R. Rorty, Unica II/3, 2001, pp. 9-21. donde define y contrapone dos tipos de pragmatismo, podría haber sacado muchos temas para tratar en el presente ensayo. Una crítica al cientificismo sería reiterativa, ahí está —ya sea de modo directo o indirecto— en los dos ensayos anteriores: el de Russell y el de Wittgenstein. Hablar de Richard Rorty como uno de los principales impulsores del postmodernismo filosófico, y argumentar que su relativismo es autorrefutatorio y una vuelta a los sofistas griegos me lo reservo para una investigación posterior. Por último, hacer un análisis de los argumentos que presenta el profesor en el artículo sería un mero comentario de texto. Baste decir que estoy de acuerdo en la mayoría de sus tesis. Así pues, voy a hablar de lo que más me ha impactado mientras navegaba por él y que, a su vez, también representa un tema sobre el que llevo pensando muchos años: esto es, la relación entre las etiquetas, la filosofía y las ideologías.
Como todo pensamiento no ha surgido de la nada, sino que es fruto de una observación constante e incluso de experiencias personales. Nubiola en el artículo señala lo siguiente: «El término pragmatismo alude siempre a experiencia, pero de ordinario está ligado también a falta de principios, astucia, cinismo o mera eficacia material». Posteriormente, explica como esta es una de las razones por las que el segundo Wittgenstein rechazó este calificativo, como también hizo Peirce «a pesar de ser reconocido como fundador del pragmatismo», y así prefirió inventar el vocablo «pragmaticismo». Esto me recuerda a los que defienden la existencia de las razas humanas, que tradicionalmente se han llamado racistas, pero como este se ha tornado peyorativo —al confundirse con xenofobia y supremacismo—, han tenido que inventar el término «racialismo» para desmarcarse del anterior.2P. GRANDE, Racismo y racialismo, <https://lamenteesmaravillosa.com/racismo-y-racialismo/>, 2022, (16 de marzo de 2022). Por otra parte, es frecuente leer sobre Francisco Franco como un gobernante «pragmático», sobre todo desde los sectores falangistas, ya que consideran que utilizó sus símbolos, mártires y sus ideas de un modo práctico, para luego desmarcarse de ellos y adherirse a otros según las circunstancias del momento.3Vid. G. MORALES, Falangistas contra el Caudillo, Sepha, 2007. Esto son ejemplos de como las palabras pueden cambiar la percepción subjetiva de los individuos —y colectivos— sobre un hecho, una idea o incluso una persona. ¿Pero eso cambia la realidad? ¿No es más bien una manipulación, o puede ser utilizado como tal? ¿A qué tipo de palabras nos estamos refiriendo?
Una de las cosas más importantes que hemos aprendido en la asignatura Filosofía del Lenguaje es que «las palabras significan lo que significan porque las usamos como las usamos». No obstante, ese uso que muchas veces puede resultar trivial, otras es posible que suceda todo lo contrario. Cuando estas palabras se vuelven etiquetas es una red flag como dicen en inglés, una señal de advertencia. Afortunadamente, he sido testigo en mi propia vida de como puede afectar una etiqueta mal puesta, a destiempo y según intereses particulares. Y sí, he dicho afortunadamente, porque a mis veintisiete años considero que de todas las experiencias de la vida, sobre todo de las malas, se aprende. Una palabra, un término o una etiqueta nunca puede llegar a definir una persona, por mucho que pertenezca a un colectivo que se autodenomine —o no— de esa forma, o lo haya hecho en el pasado. Pongamos el ejemplo de Heidegger. Últimamente se dice que no se debería estudiar su obra debido a su participación en el régimen nacionalsocialista en su tiempo. ¿Pero eso implica que Heidegger, como sujeto individual, como persona, cometiera alguna acción reprochable? Definitivamente, no. Es evidente que seguramente cometió malas acciones, como hace todo ser humano alguna vez en su vida, pero eso no se implica de lo anterior.4Si sus actos moralmente reprochables son «irse de aventuras con sus alumnas», como probablemente hizo con Hannah Arendt, no tienen relación con sus ideas filosóficas ni políticas. Así que no se le puede juzgar desde ese punto de vista. Lo mismo ocurre con la mayoría de alemanes en esa época, que formaran parte del régimen de Hitler no significa que fueran malas personas. Del mismo modo que no diríamos que todos los rusos de la URSS eran asesinos, ni que todos los americanos fueran responsables de las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki. ¿Quiénes son los que cometieron las acciones moralmente reprochables y, por tanto, responsables de sus consecuencias? Los individuos concretos que tomaron esas decisiones. Si rechazáramos a Heidegger por «nazi», nos estaríamos perdiendo a un gran pensador, con sus aciertos y sus errores. Como dijo él mismo: «quien piensa en grande se equivoca en grande». Por esa misma regla de tres deberíamos rechazar toda la obra de Kant por algunos elementos racistas aislados, Hume y Aristóteles por defender la esclavitud, etc. Sin embargo, esto sería cometer una multitud de anacronismos y falacias.
Un colectivo nunca se puede juzgar como tal, esto ya lo advirtió Sócrates, que se negó a juzgar un grupo de personas en conjunto, arguyendo que cada persona merece un juicio individual.5Cf. A. VALLEJO, A. VIGO, Filósofos griegos: de los sofistas a Aristóteles, EUNSA, 2017, pp. 106-107. De nuevo Sócrates nos muestra la verdadera actitud filosófica, que por naturaleza, está totalmente desvinculada de la ideología. Las etiquetas están al servicio de las ideologías y, por tanto, cualquier intento de filosofía que las utilice está en proceso de convertirse en una de ellas. Y las ideologías no dejan de ser una reminiscencia de la sofística, que como dice Aristóteles, no es verdadera filosofía.6Cf. ARISTÓTELES, Metafísica, IV, 2, 1004b, 15-25. La ideología busca el interés, mientras la filosofía busca la verdad, lo que implica desinterés. Por desgracia, hace mucho tiempo que los filósofos utilizan etiquetas, tanto para señalar a otros como para asignarse a sí mismos, sin ver que eso les lleva por el camino equivocado. Es verdad que a veces es inevitable, y debemos utilizar ciertos términos para determinar conjuntos, pero esto debería ir siempre acompañado del ser consciente de que solamente se trata de un uso práctico o didáctico. Pero nunca debe constituir un elemento de juicio personal.
Es importante advertir esto último en un mundo donde los mass media hacen mella en la sociedad. Esta noche he puesto las noticias por primera vez en mucho tiempo y me he escandalizado de lo parciales y sensacionalistas que son. El problema es que las personas no son o no quieren ser conscientes de ello. Luego en la vida cotidiana también te encuentras con individuos llenos de prejuicios y con cabezas llenas de ideas ajenas sin un ápice de reflexión propia, o simplemente con intereses particulares muy definidos que les llevan a actuar de forma totalmente egoísta o inconsciente. Por eso, es importante enseñar filosofía y, sobre todo, a filosofar. Y esto está en íntima conexión con el final del artículo de Nubiola, cuando dice que: «[…] la búsqueda de la verdad es enriquecedora, porque la verdad es perfeccionamiento». Y esta búsqueda la debemos realizar en conjunto, pensando por nosotros mismos con criterio y aunando los resultados.
Pamplona, 16 de marzo de 2022.
Notas
- 1J. NUBIOLA, Pragmatismos y relativismo: C. S. Peirce y R. Rorty, Unica II/3, 2001, pp. 9-21.
- 2P. GRANDE, Racismo y racialismo, <https://lamenteesmaravillosa.com/racismo-y-racialismo/>, 2022, (16 de marzo de 2022).
- 3Vid. G. MORALES, Falangistas contra el Caudillo, Sepha, 2007.
- 4Si sus actos moralmente reprochables son «irse de aventuras con sus alumnas», como probablemente hizo con Hannah Arendt, no tienen relación con sus ideas filosóficas ni políticas. Así que no se le puede juzgar desde ese punto de vista.
- 5Cf. A. VALLEJO, A. VIGO, Filósofos griegos: de los sofistas a Aristóteles, EUNSA, 2017, pp. 106-107.
- 6Cf. ARISTÓTELES, Metafísica, IV, 2, 1004b, 15-25.